Hace años, cuando era estudiante de Educación Social,
entendí que la Declaración Universal de
los Derechos Humanos de 1948 era una utopía; pues el listado de derechos de la
declaración se quedaba en meras oraciones escritas sobre un trozo de
papel. A mi parecer, el Estado se
encargaba de reconocer una serie de derechos que le eran propios al hombre, por
el mero hecho de ser un ser humano, creando una serie de deberes que limitaban
la plena ejecución de dichas libertades.
Uno, ya adulto, va creciendo inserto en una sociedad donde
los derechos de las personas quedan en un segundo plano, pues la filosofía de
esta sociedad se basa en sobrevivir uno a costa de otros; y se da cuenta de las
injusticias sociales que existen; sobre todo las que afectan a poblaciones de
riesgo como pueden ser los menores.
Muchos niños/as viven en ambientes depravados en riesgo de
exclusión, con situaciones familiares, sociales
y económicas muy carentes; condiciones que dejan secuelas en los menores a
largo plazo. A muchas de estas situaciones los servicios sociales consiguen dar
respuesta utilizando recursos como los centros de menores, centros de día, etc;
donde se pretende enmendar y solventar las carencias acontecidas en el núcleo
familiar. Estas carencias pueden ir desde la incapacidad para alimentar hasta
la falta de afecto y respeto por sus hijos.
Las características de los menores que ingresan a diario en
centros pueden ser muy variadas, cada historia acostumbra a ser un drama y, por
lo tanto, una injustica a simple vista; pues una vez más los Derechos Humanos
son inalcanzables para muchos, en este caso los Derechos del Niño. Por esta
razón, es comprensible que las circunstancias que a este tipo de población le
ha tocado vivir y padecer suelen justificar, en la mayoría de los casos, la
conducta y personalidad de los sujetos.
Los centros en los que ingresan deben crear un proyecto
educativo individualizado, el cuál debe estar compuesto por contenidos y
acciones que consigan, o por lo menos lo intenten, dar respuesta a las necesidades
que estos sujetos requieren y que les corresponde por el simple hecho de ser
niños/as. He aquí la esencia de esta primera entrada del blog, en la cual os
presento un Proyecto Educativo de Centro como modelo a seguir en la acción
socioeducativa con menores es riesgo:”
¡Quiero ser feliz!”, es el proyecto educativo de la Granja-Escuela de
Villar del Arzobispo, en Valencia.
En este libro se refleja cuál es la
finalidad que persigue este centro en la labor educativa con menores: buscar la
felicidad de los menores, a través de un trato muy humanizado y personal, con
los usuarios de los programas y entre los propios trabajadores; trabajando la cotidianeidad, mediante el día
a día; transmitiendo y respirando un ambiente de afectividad y responsabilidad.
Hace un año tuve la oportunidad de oír en una conferencia al
director del centro, y fue increíble escuchar hablar del libro con tanta
confianza en lo que decía; pues este libro no se queda en mera palabrería, sino
que es el día a día, afortunadamente, de muchos de los jóvenes que están en
ese, y otros muchos centros. Muchos de nuestros compañeros de profesión, ahora o en un futuro, tienen la suerte de participar en un clima y metodología de trabajo envidiable.
Os invito a que le echéis un ojo si estáis
interesados, pues es un libro muy cercano que invita a reflexionar. ¡A continuación os dejo el enlace para que le
echéis un ojo!
Me parece muy interesante tu blog.¡Y muy alegre!
ResponderEliminarHola Rocío. Me alegro mucho de que se haga alusión a los Derechos del Niño en una entrada del blog. Pero más me alegro de que exista un blog dedicado a los menores en riesgo de exclusión Social. Deberían existir más centros donde acoger a esos jóvenes, porque en caso contrario corren el peligro de convertirse en delincuentes y eso sí que es un paso atrás para la Declaración de los Derechos del Niño, que aunque es una Utopía debemos de luchar para que se cumpla.
ResponderEliminarMuchos saludos.